jueves, 9 de diciembre de 2010

JESÚS COSSIO EN CUADRITOS, PERIODISMO DE HISTORIETA (ARGENTINA)

MOSTRAR LA VIOLENCIA "DE UN MODO CERCANO Y CONMOVEDOR"
Diciembre 05, 2010- Entrevista realizada por Andrés Valenzuela


Edición española del sello Oveja Roja


"En Perú parece que hubiera dos países, Lima y el interior", señala Cossio

“Hacer este libro fue como hacer un curso universitario de historia de mi país”, asegura el historietista peruano Jesús Cossio sobre Rupay, un dramático volumen que recorre distintas masacres sucedidas durante los combates entre Sendero Luminoso y el Ejército peruano, y pone la lupa en la espiral de violencia desatada desde ambos bandos. Cossio, co-autor junto a Luis Rossel y Alfredo Villar, presentó el libro durante la última edición de Viñetas Sueltas. La edición española, del sello Oveja Roja, circula en algunos reductos comiqueros locales.

El dibujante y guionista habla con la voz calma. No la alza en ningún momento. Explica con claridad todo lo que se le pregunta. Se le nota la costumbre de recorrer ciudades presentando el libro y contando la experiencia. Tiene mucho Perú visto, conoce en profundidad los dolores que causó el enfrentamiento entre Sendero Luminoso y el Ejército de su país. Investigó los casos y habló con las víctimas. Sabe del tema y es crítico con su gobierno, sus conciudadanos limeños y los medios de su país.

“Teníamos inquietud por el tema desde que salió el Informe de la Verdad, allí, en 2003″, cuenta el historietista, “entonces hubo una oposición muy fuerte de la derecha y de las fuerzar armadas, que negaron el informe diciendo que no representaba nada”. La reacción los motivó a buscar un modo de contrarrestar a estos sectores que se reservan el privilegio de señalar cuál es “la verdad”. Desde el cómic, asegura, podían mostrar lo que había sucedido de un modo “muy cercano y conmovedor”.
En total, la hechura de Rupay les tomó alrededor de cuatro años, que transcurrieron con la ayuda de una beca estadounidense. “Tomamos como base el informe de la Comisión de la Verdad, que hizo una serie de rastreos e investigaciones, tomó datos sobre crímenes que quizás se conocían por la prensa, pero de los que había versiones contrapuestas”, explica Cossio, “luego, como el informe dice ‘pasó esto’, pero no cuenta el minuto a minuto, no es una reconstrucción, tomamos los testimonios que sí lo hacían e informes de organizaciones de derechos humanos, y buscamos rearmar los casos con esas piezas y contarlos, si era necesario ficcionalizando algún bache”.

Rupay explora la violencia política en Perú entre 1980 y 1984

Ante esto suele oponerse la versión “oficial” de los hechos que -como parece ser costumbre en América Latina- habla de “excesos”. Así, 30 campesinos fusilados no constituían una masacre, sino “un teniente que se volvió loco en las sierras y fue más allá de las órdenes”, señala el dibujante. “Y cuando se condenaba, porque rara vez se podía demostrar algo y siempre se liberaba a los acusados diciendo que, en todo caso, fue abuso de autoridad, se condenaba a algún oficial de baja graduación”.

El informe, cuenta el peruano, descubrió la versión de las víctimas y sus familiares. “Demostró, como mucha gente sospechaba, que en realidad había una línea de mando. Con órdenes para hacer lo que se hacía. En Ayacucho, por ejemplo, encontraron fosas comunes y hornos para quemar gente muerta. Eso no es un exceso, ni un accidente, ¿verdad? Eso es un método”. No es que la llegada al poder de Alan García haya mejorado mucho la situación. De hecho, denuncia Cossio, poco tiempo atrás este lanzó una ley con la que, indirectamente, beneficiaba a muchos de sus funcionarios sospechados de participar en esos “excesos” de la lucha contra Sendero Luminoso.

“En general tampoco se habla mucho de Sendero Luminoso en los circuitos culturales”, explica y destaca el debate y la presencia del terrorismo de Estado como tema en la escena cultural Argentina. “Aquí se pueden discutir los temas, en Lima eso no existe, aquí se habla de derechos, allí nada”. Sendero, explica, “encarnó todo el mal del Perú” y buena parte de la sociedad parece “sostener el mito de que si ellos no hubiesen existido, el Perú sería perfecto”.

“De modo que resultan un excelente chivo expiatorio, los gobiernos viven diciendo que estamos a punto de acabar con Sendero Luminoso, pero no lo hace porque en el fondo es muy útil para ellos, cualquier cosa que les huela a reclamo, dicen que Sendero está metido y así la gente de Lima exigirá represión”, reflexiona y señala el caso de las protestas campesinas que el año pasado intentaban evita la venta de sus tierras a compañías mineras extranjeras. “Luego han pasado una ley de uso de la fuerza en casos extremos, que dice que si en una protesta la policía se ve en situación de utilizar fuerza extrema, está autorizada. Que es como decirle a la policía que puede matar gente”.

- En este contexto, y pensando en lo que otros compatriotas suyos comentaron sobre el circuito limeño de historietas parece difícil presentar un libro como Rupay, ¿cómo lo consiguieron?
- Bueno, con mis compañeros tenemos una diferencia, que es que trabajamos con un editor. Él se ocupa de la distribución. Tiene una librería, que es además la única tienda con cómics de Lima, y también lleva el material por algunas otras librerías. Entonces en ese sentido hay un alivio. Y lo otro es lo que hago aquí: viajar, recorrer el país, llevar unos libros, dar una charla y contar mi experiencia. Pero lo otro es que claro, no hay un circuito de historieta. Pero tampoco es que a mí me interese mucho eso, porque yo no entiendo cómo podría estar Rupay al lado de un fanzine de superhéroes, ¿verdad? Son temas totalmente distintos, de modo que no es algo que me preocupe, el que haya un circuito para ambas cosas. Entiendo que son públicos muy distintos.

Los abusos de poder son una constante en el libro
- ¿Cómo es esa experiencia de recorrer el país mostrándole el libro a los más jóvenes?


- Es estimulante y muy interesante. Porque como decía también el día de la presentación de la muestra (Documentos, en el Espacio Cultural La Dársena, durante Viñetas Sueltas), tenemos esta generación que es fruto de los años de fujimorismo, a la que todo el tiempo le han repetido que no vale la pena meterse en política. El mensaje de Fujimori era “políticos = corruptos, mentirosos, ladrones; lo que hace falta en el país es gente práctica, técnicos, y gente que vea sólo su bienestar”. Y luego salían las noticias de las ejecuciones de su grupo paramilitar, y bueno, el mensaje era claro, no? métete en tus asuntos, sino…

- ¿Y qué pasó con ellos?


- Ocurre que hay una cosa como de escándalo. Por ejemplo, cuando cayó Fujimori muchos políticos dijeron “hay que limpiar el país”. Entonces muchos chicos de 15 años vieron que les decían que durante diez años nos gobernó gente putrefacta y corrupta, y luego, ahora, años más tarde, muchos políticos y líderes de ese momento salen a decir “bueno, no fue tan grave” o “tampoco estuvo tan mal”, o “hay que ser prácticos en política, somos aliados con los fujimoristas y los respetamos”. Entonces eso ya es demasiado, y por más alpinchista (“me lleva al pinche” es similar al “me chupa un huevo”) que sea un joven, pues ve eso y le causa rechazo esa hipocrecía. No le interesa la política, pero eso no le gusta.

- ¿Y la nueva generación?

- Pues ahora viene otra generación, que vio los juicios a Fujimori, a la gente del gobierno, y empieza a ver otro mensaje de esa época, a ver las consecuencias. Es interesante ver cómo los más chicos tienen otra mirada sobre los derechos humanos. También sucede que en Perú, como en el resto de América Latina, es como si Lima fuera un país y el interior otro, ¿no? Entonces en los medios si hay caos en Lima, es como si lo hubiera en todo el país. Si los limeños dicen “no queremos más comisión de la verdad”, pues salen a decir “los peruanos no quieren…”, pero cuando viajas, todo el mundo quiere que haya más investigaciones, porque todos tienen familiares muertos, saben que hay fosas comunes, tumbas, de todo. Entonces cuando uno va a Ayacucho, donde más crímenes se han cometido en Perú, las peores matanzas… es muy fuerte. Allí conocí alguna gente y chicos que les parecía increíble que alguien de Lima se preocupe por algo que les había pasado. En su experiencia, a los limeños no les interesa y tienen una ignorancia completa de lo que sucede en otras partes del Perú.