viernes, 10 de julio de 2009

La sonrisa del payaso (por Alberto Córdova.)


La broma mortal pinta al Joker con sus verdaderos colores, su origen como un cómico frustrado y tratando de alimentar a su futura familia a punta de chistes, es una mirada sarcástica de un personaje que cada vez adquiere mayor peso protagónico pero no por su creciente locura o sus malos chistes sino por su oculta humanidad.

No es que uno trate de justificar su locura o aunarse a ella ni mucho menos tratar de entenderla, solo se trata de ver su forma de vida como un desviación, como un camino del que no hay retorno o al que no quiere volver debido a los terribles recuerdos que lo atormentan. No es la primera vez que uno escucha hablar de la locura como puerta de escape, ella siempre estará allí como algo que nadie puede tocar excepto tú.

Pero volvamos al ser antes del Joker aquel que cuenta buenos chistes solo como salida a su desesperación; si los contara ahora en este mundo de carrusel sería un éxito: “Estimada audiencia hace una semana mi esposa murió al probarse un calentador de biberones...” que de que marca? no lo se pero ella ya estaba embarazada...

Es que para el Joker todo es como una gran broma... una en la que puede escoger el escenario que quiera y por lo tanto también el final... no tiene nada que perder... el Joker nunca se repite quizás es por eso que resulte fascinante y es por esa misma razón que pienso que un mal día debería bastar para estar cerca del abismo hacia la locura o la genialidad. Aceptémoslo un mal día lo puede tener cualquiera —en la que según Mafalda lo malo de uno son los demás— pero entre pisar la locura y abrazarla queda a decisión de uno.

La justificación de la locura del Joker toma como punto de partida al hombre común —al ciudadano de a pie— al optimista ferviente de desfigurada conciencia social. Para el Joker el orden y la cordura van atadas pero cuando uno pone mucho peso sobre ellas terminará por romperse. Los chistes del Joker no son nuevos y algunos no tienen gracia en este mundo duro e irracional pero siempre queda la sonrisa del payaso, el sonreír para afuera sabiendo en nuestro interior que la existencia humana es una locura sin sentido.

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